El obispo y el vizconde de Marsella compartían el territorio y el poder. La ciudad de Les Olliers, barrio especializado en la producción de cerámica, pasó a depender del obispo. El obispo se encargó de la instalación de alfareros que dominaban las técnicas conocidas en el mundo islámico, en particular el vidriado y el esmaltado sobre pasta caliza, que harían que la cerámica marsellesa tuviera tanto éxito en el siglo XIII.